domingo, 30 de noviembre de 2008

De ruedas a suelas:

Vida tras el lustrín

Eduardo Cerda Duarte nació en Rancagua, se traslado a los 11 años a Santiago instalándose en la comuna de Lo Espejo. Comenzó siendo chofer de micro y hoy es un destacado lustra botas de la Estación central. En su puesto bajo un toldo mira a la gente y disfruta la tranquilidad que ahí se siente. Con escobilla en mano se declara “un amante de la vida”

Entre las 5:50 y 6:10 de la mañana suena el despertador de Eduardo, ha llegado un nuevo día de trabajo. No toma desayuno en su casa, sale a esperar el bus de la locomoción colectiva que lo llevara desde Lo Espejo hasta Estación Central, “me demoro más menos unos tres cuartos de hora, a veces pasa que vienen dos y tres maquinas de una, después queda un vacío de 20 minutos, media hora. Si tengo suerte llego más temprano, sino no”.

Eduardo es de estatura media y delgado, es algo calvo, pero aún le quedan un par de canas y pelos negros sobre su cabeza. Lleva puesta una polera con la insignia de Mall Plaza Estación. Su compañero ya ha llegado al puesto, por lo que todo ya esta más o menos instalado. Eduardo compra un café y unas galletas a una peruana, dice que la comida debe ser saludable, que no le gusta la chatarra, almuerza en diferentes negocios aledaños a la Estación Central día a día, pero reitera que su criterio para elegir es buscar comida saludable, una buena nutrición le preocupa debido a que es diabético, “me gusta comer variado, pero más que nada cosas sanas, soy malo para la chatarra, por mis 67 años y por mi enfermedad, soy diabético insulino dependiente, aunque llevo una vida totalmente normal, yo le fumo, le como de todo y me pongo mis buenos tragos el fin de semana” señala Eduardo, mientras suelta una simpática sonrisa que deja al descubierto la ausencia de uno de sus dientes inferiores. Prende un pequeño televisor por donde ve los matinales todos los días, ya que asegura que a esta hora no hay mucho público aún. Apenas el programa toca un tema político Eduardo cambia de canal, no le gusta la política : “Yo soy un apolítico, por que los políticos, según mi concepto se llevan el país, yo no voto soy uno de los hombres libres de este país, que no está obligado a ir a votar, por ningún motivo ni tampoco me van a castigar en mi bolsillo por no ir a hacerlo, tampoco me gusta cocinar, yo no soy ateo creo en el grande nomás, no me encasilló en ninguna religión, porque tengo entendido que la religiones las hicieron los hombres y el hombre por naturaleza miente”, dice Eduardo mientras limpia uno de sus lustrines.

“Venga de donde venga, mi política es trabajar”

El lustra botas de casi 70 años partió trabajando como chofer de locomoción colectiva. “Manejaba micros de colores de esas que habían antes de que aparecieran las amarillas”, dice pensativo, mientras recuerda sus años como conductor. A los 50 años jubiló de chofer y comenzó a trabajar, haciendo aseo en las calles de Estación Central. La posibilidad de dedicarse a su actual oficio apareció hace casi 20 años cuando un amigo se lo propuso y le tincó debido a que cuando niño lo había practicado, por lo que ya tenía una noción de este oficio. “Las condiciones laborales acá han mejorada muchísimo, partiendo por la excelente mejora que ha tenido la seguridad y por las posibilidades que el Mall Estación nos ha dado para poder surgir”. A Eduardo su trabajo le encanta, asegura que es un trabajo tranquilo, sin estrés. Bajo el toldo que cubre su puesto lo pasa bien, le gusta observar a las personas que caminan por ahí: “yo no miro las cosas feas, he visto bastante, pero no opino. Lo más bonito que he visto son los enamorados que pasan y se quedan, soy un amante dela vida”. También le gusta su trabajo porque es destacado entre los lustrines del sector, “Este es uno de los pocos puestos en donde la gente espera a este lustrín para atenderse, nosotros aunque haya un cliente o dos esperando hacemos el trabajo bien hecho. Ese es el prestigio que tenemos aquí como lustrines, que hacemos bien los trabajos”. Cuenta que tiene clientes antiguos que con algunos incluso han llegado a ser grandes amigos. Tiene puesto un reloj de oro marca Venus que según Eduardo, es una reliquia, que tiene más de 100 años, “hasta la tapa es original, es totalmente orginal, esta sucio nomás por mi trabajo. Tiene la hora exacta. Un amigo, cliente, pero más que cliente amigo, Don Carlos que en paz descanse lo mandó a arreglar, no sé como llegó a las manos de él, me dijo 'quédese con el reloj quiero que alguien como usted se lo quede’ me costo cuatro mil pesos, aquí lo tengo a don Carlos, en mi muñeca izquierda”, dice Eduardo mientras exhibe orgulloso su reloj.Dentro de sus principales gustos se encuentra el fútbol, cuando más joven se dedicaba a jugar pichangas de barrio, aunque nunca soñó con ser un crack, se entretenía con este deporte: “jugaba el puesto más ingrato, al arco. Le hacen los goles, pierde y el culpable es uno y cuando meten goles los delanteros se llevan las medallas”. También le encanta bailar, uno de sus bailes favoritos es la cueca pero sólo le gusta bailarla con mujeres con vestidos, si están con pantalones no las saca a bailar. Es tanta tu afición por el baile, que en un acto de caballerosidad y galantería, no se aguantó las ganas y me invitó a bailar, al parecer quién lleva el ritmo de la cueca es él.

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